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jueves, 18 de marzo de 2010

¿Quien se Chingò mis manteles?



El auditorio a todo lo que da, animadores con pompones y cadetes con listones engalanan todo los accesos, afinan detalles de último momento, la noche anterior, los cerebros de la operación ubicaron estratégicamente cada asiento, cada posición; en este juego, la jerarquía territorial es tan sagrada como la camiseta que portan.

Segunda llamada, los asistentes con toda euforia lanzan porras, gritan con júbilo el nombre de sus héroes y por ese instante olvidan lo que recorrieron para estar ahí.

Los honrados aguardan en sus vehículos, esperan la señal de entrada mientras predicen el futuro, planean posiciones y prometen concesionar cada metro del reino.

Es hora, ya llego ya llego, le dice su acompañante dando la señal; Con destreza se encaminan hacia el auditorio, cada uno con la grandiosa habilidad de repartir saludo y sonrisa en tiempo record para no interrumpir su arribo.

Sin punto estratégico se abren camino para el encuentro del bueno, de aquel vitoreado y por el cual enfrentarán de hoy en adelante todos los embates y traiciones a sus principios, olvidando que esos quedaron en otro pantalón.

Como una danza en perfección se da la unión de todos, tal sintonía sólo puede asimilarse al mejor de los espectáculos, con la diferencia tal vez, que los asistentes les pagan por asistir.

El público se desborda, la euforia multiplica los gritos y las porras, ver al de junto entregando todas sus energías en ser escuchado te obliga a demostrar que tu voz puede ser mas fuerte, tantas emociones juntas que solo las puede describir un cosquilleo en el estomago y una admiración por aquel que asemeja a un mesías caminando entre su gente, quien se le abalanza con la encomienda de entregarse a él.

El Mesías, empapado de esperanzas, deseos, lágrimas y sueños, aprieta el paso y con el mismo júbilo con el que fue recibido se postra en el punto más alto, olvidando a los caídos entre su estela de atracción.

La espera de sus palabras se alarga por aquellos que todavía no alcanzan a ser escuchados; No obstante, el sueño de llegar a cada metro cuadrado del reino lo obliga a la premura.

“He venido a prometerles………….” la primera ola de aplausos y tambores no se hace esperar y el frente de la batalla por ser escuchado se vuelve aún más intenso.

“Compañeros, unidos venceremos…….” en esa sintonía perfecta que al ritmo de tambores envuelve al evento, vuelve a ser interrumpido, tal vez con la instrucción de doblar esfuerzos en los tambores.

“Ustedes son la fuerza…..” El clímax del evento se aprecia con todos los sentidos, no se hacen esperar pancartas, mantas, banderas o cualquier forma grafica de satisfacción.

Con claros ademanes da la señal de preparar la salida, todos los homenajeados se rinden ante él, esperando cual de sus manos será la elegida por el mecías, con un arrebato toma las ya planeadas y las muestra ante su público, en una clara muestra que su divinidad sólo puede ser representada por aquellos que se presentan ante sus manos.

Sin mediar mas palabra se retira, tal vez con más júbilo con el que fue recibido, los privilegiados le despiden, y aquellos elegidos muestran ante los últimos presentes su victoria.

Al final, sólo quedo aquel que presto los manteles que engalanaron las mesas, que con la misma euforia gritó:
¿Quién se chingó mis manteles?

No me atreví a decirle que todo fue un mitin político.



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